Una de las dudas principales que tienen muchos pacientes al iniciar un tratamiento de implantes dentales es saber si con los dientes artificiales podrán llevar una vida completamente normal.
Quienes tienen experiencia con otro tipo de soluciones de reconstrucción, como las llamadas dentaduras postizas, a veces piensan que los implantes pueden presentar limitaciones similares a la hora de masticar y de mantener la higiene. E incluso, que pueden no encajar a la perfección en la propia boca.
Los implantes dentales se comportan como un diente natural
Pero precisamente, la gran ventaja de los implantes es que se comportan como un diente natural. De hecho, hay personas que perciben más seguridad y firmeza a la hora de comer que en el caso de los dientes propios. Al fin y al cabo, las piezas dentales originales han sido objeto de un uso continuado, y aunque se encuentren en buenas condiciones, pueden no mostrar la misma solidez que un implante recién puesto.
Y es que el modo de inserción de los implantes permite realizar una fuerza al masticar similar o incluso mayor. No hay que olvidar que se trata de una prótesis osteointegrada. En numerosas ocasiones, ha sido necesario regenerar el hueso para admitir el implante, pero si tanto la colocación como la integración posterior en la boca se suceden con normalidad, la pieza no mostrará ninguna diferencia visible o funcional con respecto a los dientes propios.
De hecho, lo esperable es que las personas de nuestro entorno no perciban que llevamos implantes (en el caso de que se encuentren en una posición visible de la boca). Si se ha realizado un adecuado estudio de la integración de las partes implantadas de acuerdo con la estructura del paciente y el color natural de sus dientes, nadie podrá distinguir uno y otro tipo de pieza, salvo que nos examine un especialista.
Dentro de la normalidad, lo que sí es muy recomendable es que seamos aún mucho más escrupulosos con la salud dental. Por muy sofisticado que resulte, un implante es un elemento ajeno a nuestro organismo. Debemos seguir puntualmente las revisiones que nos marque nuestro odontólogo y ser muy constantes en la higiene personal. Una limpieza exhaustiva contribuirá a evitar que surjan patologías como la periimplantitis, o efectos no deseados como el mal aliento.
El paciente es muy responsable del mantenimiento
Porque no tenemos que olvidar que al margen de determinadas patologías o del deterioro natural de la boca por la edad, nosotros tenemos una parte importante de responsabilidad en la pérdida de dientes. Por tanto, lo colocación de uno o varios implantes no deja de ser una llamada de atención muy seria para que nos comprometamos con la salud. Además de la limpieza meticulosa, resulta clave erradicar hábitos como el tabaquismo o el consumo excesivo de azúcares, alcohol y otros alimentos nocivos para la sanidad bucodental.
En definitiva, si los implantes se han insertado correctamente, en consonancia con un diagnóstico preciso, los pacientes llegan a olvidarse de que los llevan. Y si lo recuerdan a menudo será probablemente porque la mejora ha sido muy grande con respecto a la situación anterior. Si, por el contrario, has recibido un tratamiento de implantes y presentas molestias o dificultades, es fundamental que vuelvas a tu odontólogo para que revise a conciencia lo que está ocurriendo.