Claves para devolver la sonrisa a un paciente

La boca y el tercio inferior de la cara son los principales responsables de la percepción que los demás tienen de nuestra expresión facial. Ni siquiera los ojos pueden expresar tantas emociones y estados de ánimo como la boca.

Con el paso del tiempo, el potencial expresivo de nuestra boca y, por extensión, del rostro, se deteriora. La pérdida de piezas dentales o la degradación de la masa ósea de la cavidad bucal conducen también al envejecimiento de los labios, la pérdida de firmeza del mentón, la modificación de la barbilla o la nariz.

Asistimos a cambios que en parte son ineluctables, pero que alguna medida se pueden retrasar o mitigar. Depende del cuidado y la atención que les prestemos.

Todavía hoy quedan muchas personas que pretenden ignorar la importancia que tiene la sanidad de la boca en el mantenimiento general de la salud y en las variables psicológicas que marcan la vida de cada individuo: la autoestima, la imagen que proyectamos frente a los demás, nuestra propia capacidad de expresión y comunicación.

Dimensión psicológica del diseño de sonrisa

En la evolución en el cuidado de la salud ya hemos superado las etapas en las que lo relevante era el tratamiento paliativo y la funcionalidad. Gracias a los avances científicos, el auge de la mentalidad preventiva y la tecnología, hemos descubierto que una boca sana no solo comporta el mantenimiento mínimo de los dientes, sino una aproximación integral en la que los aspectos psicológicos y estéticos también desempeñan un papel relevante. Y siempre teniendo como base la fisonomía de cada individuo, que es irrepetible.

No consideramos un solo aspecto y abandonamos los otros. Por ejemplo, es un error centrarse excesivamente en la búsqueda de la estética por la estética sin evaluar los límites hasta los que se puede llegar sin traicionar la autenticidad del rostro de una persona.

O, igualmente, limitarse a aplicar tratamientos que proporcionan una mejora temporal de la salud buco-dental o la recuperación básica de cierta funcionalidad sin pensar en las consecuencias a largo plazo.

Por fortuna, la odontología cuenta cada vez con instrumentos más sofisticados para realizar diagnósticos precisos y simular la posible evolución de cada tipo de tratamiento. De hecho, la clave del éxito de cualquier técnica hoy está en la capacidad de planificar el resultado de acuerdo con los objetivos que nos hemos marcado.

No se trata de aplicar diversas terapias de forma sucesiva o aleatoria sin saber muy bien hacia dónde nos dirigimos. Cuando se trabaja de ese modo, surgen sorpresas inesperadas y se incrementan las posibilidades de frustración del paciente ante una serie de tratamientos que finalmente no colma sus expectativas y no le devuelve al estado anterior de una boca sana y plenamente funcional.

La armonía del rostro está en su autenticidad

¿Y a qué se puede aspirar? A lograr la perfección a través de la autenticidad de cada persona. Tenemos diferente forma de la cara, distinto color en los dientes, imperfecciones naturales que no es necesario eliminar porque son parte de la singularidad.

Por ello, tratamos de combinar los principios de la proporción y la armonía con la realidad única de la personalidad de cada rostro, y según su edad. Todo ello, para obtener el mejor resultado posible en una persona concreta.

¿Cómo debemos abordarlo? En primer lugar, realizamos un buen diagnóstico y escuchamos a nuestros pacientes. Después, utilizamos las herramientas digitales a nuestro alcance para poseer un conocimiento pormenorizado del problema y establecer la estrategia del tratamiento, que pondremos en común con el paciente para obtener su conformidad y despejar todas las dudas que puedan surgir sobre el proceso.

Y a continuación, aplicamos con rigor las distintas fases del tratamiento, que culminará con un resultado acorde con las expectativas establecidas.

La planificación y ejecución meticulosas son las claves para devolver la sonrisa a nuestro paciente.