Cada vez más, la implantología y la cirugía maxilofacial tratan de que a la recuperación funcional y a la restitución de la salud bucal se una una mejora de la estética de la sonrisa, que por causas como la pérdida de piezas dentales o las enfermedades periodontales sufre un deterioro a lo largo del tiempo.
Una de las técnicas que se emplean es el injerto de tejido blando alrededor de la encía, que sirve para tapar aquellas raíces que son demasiado visibles o para dar mayor naturalidad a los implantes, con el objetivo de que se parezcan lo más posible a nuestros dientes. Debemos tener en cuenta que con los años, el perfil de las encías se hace más irregular e incluso a veces sufrimos de una mayor sensibilidad debido a la exposición de la pieza.
Si a esto le unimos las extracciones, que suponen un cambio tanto en el hueso como en la propia encía, es normal que la armonía inicial de nuestra boca vaya deteriorándose y dé lugar a un empeoramiento de la estética del rostro. Todas estas imperfecciones se pueden superar con los injertos de tejido blando, cuyas características y alcance serán determinados por el cirujano.
Los injertos pueden ser de diferente origen. En muchas ocasiones proceden de tejido del propio paciente (autoinjertos), pero también provienen de otros materiales de origen humano (aloinjertos) o animal (exoinjertos). El especialista realiza la elección del material según las necesidades de la intervención y las condiciones particulares del paciente.
En cuanto al momento adecuado para su inserción, los injertos pueden realizar antes, durante o después de las intervenciones, bien sean la extracción de piezas dentales o la colocación de implantes. La premisa fundamental es que el paciente debe contar con la cantidad adecuada tejido blando en la zona para garantizar la viabilidad de todo implante y asegurar la salud de la zona intervenida.
En el momento del diagnóstico, el cirujano le indicará la conveniencia o no de incorporar tejido blando en su boca. Tendrá en cuenta sobre todo la relevancia de esta técnica para asegurar la mayor recuperación posible de la salud bucal. Pero también valorará la repercusión estética porque a su vez, no solo es una cuestión de mayor o menor atractivo físico.
La estética dental tiene consecuencias evidentes sobre aspectos psicológicos como la autoestima y la confianza de las personas en sus relaciones sociales y profesionales. Por ello, no debemos minusvalorar su importancia.