Salvo excepciones, los implantes dentales solo deben colocarse en los adultos, una vez que la persona ha dejado de crecer y se ha estabilizado por completo el desarrollo de su estructura bucodental. Otra cosa es que antes de esa etapa se hayan perdido piezas dentales por traumatismos o enfermedades, y sea necesario reconstruir la boca para devolver la normalidad al paciente.
Esta norma se aplica tanto a varones como a mujeres. Sin embargo, sí es cierto que la fisiología de la mujer presenta algunas peculiaridades que los especialistas debemos tener en cuenta a la hora de hacer un tratamiento de implantes.
Así, dentro de la edad adulta hay quizá dos momentos importantes en los que un tratamiento de implantología necesita de un enfoque especial.
El primer momento es la época de fertilidad de las mujeres, y más en concreto, los períodos de embarazo. En esas circunstancias, el cuerpo femenino experimenta numerosas transformaciones por las que se aconseja reducir al mínimo cualquier tratamiento médico y, más allá, toda intervención quirúrgica. No es que exista una contraindicación estricta, ya que una mujer embarazada en pleno estado de salud puede soportar sin problemas la inserción de implantes.
Sin embargo, pensamos más bien en las posibles consecuencias, que no solo pueden afectarle a ella, sino también al feto. Hablamos de eventuales problemas de rechazo, infecciones que obliguen a utilizar medicamentos, o hemorragias que pueden debilitar aún más a la gestante, más vulnerable.
O, simplemente, consideramos las molestias derivadas de una operación. Si a cualquier persona le afectan, a una embarazada mucho más, debido a su mayor sensibilidad. Por ello, aconsejamos que se espere a que hayan trascurrido unos meses desde el parto para comenzar con el proceso de implantes. El organismo habrá recuperado su estado anterior y la maternidad llevará seguramente un ritmo más sosegado, lo que no suele ocurrir en las semanas inmediatas al nacimiento del bebé.
Sí hay que señalar que el hecho de llevar ya implantes en el momento de quedarse embarazada no tiene ninguna consecuencia médica. Al margen de que las mujeres padezcan de pequeños trastornos durante la gestación, algunos de ellos vinculados a la salud bucal, las piezas implantadas no generan ningún problema particular. Siempre que, como cualquier paciente, se sigan con rigor las pautas de limpieza y mantenimiento establecidas por el médico.
Otro momento relevante en relación con la implantología sucede al alcanzar la madurez, y sobre todo tras la menopausia. Por una parte, a esa edad, todas las personas mostramos un deterioro evidente en nuestra boca, debido a la pérdida de piezas dentales y al envejecimiento de la piel y de los tejidos.
Es la época en la que los implantes desempeñan un papel importante a la hora de recuperar la funcionalidad y paliar en alguna medida los efectos de la vida larga y de dicha pérdida, como la disminución de la altura facial, la degradación del ángulo labiomentoniano, la profundización de las líneas verticales o el adelgazamiento de los labios.
Como de costumbre recomendamos, en esa situación no hay que dejar pasar el tiempo. La desaparición de la masa ósea, que se produce como efecto de la ausencia de los dientes, se agudiza a partir de la mediana edad. Nuestro organismo pierde paulatinamente su capacidad de regeneración allá donde era posible, con lo que la intervención para reinstaurar las piezas perdidas se vuelve más compleja y más costosa.
Cuanto antes se comience el tratamiento, más posibilidades tendrá el especialista de devolvernos parte de la belleza que el tiempo y las circunstancias vitales nos han arrebatado. Evidentemente, no volveremos a ser jóvenes, pero en lo que respecta a la armonía dentofacial, el tratamiento con implantes nos ayudará a vivir con plenitud durante muchos años.