En términos generales, una intervención de implantología dental necesita dos o más fases. En el caso de deterioro de la masa ósea que ha de soportar el implante, se requiere un proceso previo de regeneración de hueso.
Pasado un tiempo, más o menos dilatado en función de las características del tratamiento, se procede a la colocación del implante dental. Tras el necesario período de osteointegración (el nuevo tejido óseo crece alrededor del implante, forma una conexión directa y se asienta con firmeza en la boca) se realiza la colocación de la corona o pieza dental artificial que sustituye al diente natural. Este proceso es preceptivo para poder recuperar la plena funcionalidad y estética donde se han perdido los dientes. Si no se respetan los plazos necesarios, el tratamiento podría fracasar.
No obstante, para facilitar la vida del paciente, cuando las condiciones particulares lo permiten, se aborda la colocación de lo que se denomina implantes de carga inmediata. Es una modalidad de implante que se realiza de forma consecutiva a la extracción de una pieza dental, sin esperar a que se ejecute una regeneración ósea previa. Se lleva a cabo siempre que no haya contraindicaciones claras y, por lo habitual, en piezas perdidas del sector anterior (los dientes de la parte delantera, que son muy visibles y comprometen estéticamente al paciente).
Aunque el implante instalado es definitivo, la prótesis tiene carácter provisional. Se supone que devuelve cierta funcionalidad, pero no conviene utilizarla como cualquier otra pieza porque aún es fundamental que pase el tiempo de osteointegración del implante para que la solución pueda ser definitiva. Por ello, o bien se trata de un implante que forma parte de un conjunto de implantes (se sostienen mutuamente) o se instala una corona que realmente no ocluye totalmente contra los dientes opuestos. Es decir, cuenta cuenta con una funcionalidad limitada.
Además del menor tiempo invertido, las ventajas de este tratamiento están en que se reduce el número de intervenciones quirúrgicas y a que no hemos de pasar tiempo sin dientes durante la osteointegración. Sin embargo, también presenta riesgos, como el hecho de que puedan surgir dificultades al integrarse en el hueso o que sean mayores las posibilidades periimplantitis o fracaso por estrés mecánico.
Por tanto, será el diagnóstico del especialista el que determine si esta técnica es viable para el paciente o, si por el contrario, es preciso recurrir a un tratamiento en varias fases.